>> Hacia un urbanismo participativo
El poder es la “capacidad relacional que permite a un actor social influir de forma asimétrica en las decisiones de otros actores sociales”[1] (siendo estos los distintos sujetos de una acción determinada). La práctica urbanística española se ha asociado, indisolublemente en los últimos años, a la especulación inmobiliaria, quedando su objetivo del bien común contaminado de puro mercantilismo (Montaner y Muxí, 2011). De la disconformidad con este urbanismo de lo construido donde los procesos urbanos han estado históricamente en manos de “técnicos (quienes poseen los saberes científicos) y políticos (quienes toman las decisiones)”[2], nacen colectivos y movimientos sociales que apuestan por la mejora de nuestro paisaje urbano trabajando de abajo hacia arriba en la gestión del espacio público desde lo común y lo colaborativo. Estos movimientos ciudadanos, o micropoderes fuera de la esfera política, abren con sus experiencias y acciones urbanas una ruptura con las estructuras de poder tradicional; y ponen...
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