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>> «La vida siempre tiene razón». Las estrategias bottom-up y el derecho a la ciudad

Con la frase “la vida siempre tiene razón, el arquitecto es quien se equivoca”, resumía Le Corbusier el proceso desarrollado en Pessac (Burdeos, 1925) en el proyecto de viviendas para obreros industriales encargado por el productor de azúcar Henry Frugès. Una vez finalizado el proyecto, la recién estrenada arquitectura del Movimiento Moderno, se vio modificada de mano de los propios habitantes según su estilo de vida, sus costumbres y su manera de entender la vivienda. Fue Le Corbusier quien, años más tarde, expondría que si el habitante no había entendido la arquitectura, el responsable tal vez fuese el arquitecto; ofreciendo así una visión distinta a las imposiciones demiúrgicas del arquitecto moderno[1]. El arquitecto debe tener esa capacidad de mediador y técnico facilitador. Este concepto se podría definir como aquel profesional con una sólida formación, que asesora en cuestiones técnicas e intenta desarrollar el potencial de los participantes, dirigiendo y propiciando el...

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