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Archivo de la etiqueta: Lefebvre

Este confinamiento nos ha servido para retomar muchas tareas que teníamos pendientes en lo profesional y formativo, como este curso #MOOC Educación y Patrimonio de la Universidad de Granada que está muy acorde con nuestro trabajo sobre metodologías participativas en arquitectura y urbanismo sensible. La última actividad de uno de los módulos es la descripción y análisis de carteles, y hemos elegido éste que se diseñó en Francia durante las revueltas estudiantiles de Mayo de 1968:

Mayo del 68 fue el escenario de protestas estudiantiles de izquierdas frente al capitalismo y a la sociedad de consumo en la que se veían inmersos, y a la que posteriormente se sumarían grupos de obreros industriales y, en menor medida, los sindicatos y el Partido Comunista francés. «Lo importante para nosotros no es elaborar una reforma de la sociedad capitalista, sino lanzar una experiencia de ruptura completa con esa sociedad; una experiencia que no dure pero que deje entrever una posibilidad: percibimos otra cosa, fugitivamente, que luego se extingue. Pero basta probar que ese algo puede existir». (Daniel Cohn-Bendit, entrevistado por Jean-Paul Sartre, Le Nouvel Observateur, 20 de mayo de 1968).

Fue también la primera experiencia globalizadora que aunó manifestaciones con un mismo punto común: defender los derechos ciudadanos. Ya fuera la «Guerra del Vietnam, el Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos, la alternativa Hippie o el Rock and roll […], el macro concierto como el de Woodstock o la marcha sobre Washington del 26 de Agosto de 1963» (Cuadernos de Resistencia, 2010). Estos eventos se extendieron por varios países como “la República Federal Alemana, Suiza, España, México, Argentina, Uruguay, Estados Unidos y Checoslovaquia” (Cuadernos de Resistencia, 2010).

Los movimientos participativos también incidieron en el urbanismo, ya que se unía indiscutiblemente el derecho a la ciudad (Lefebvre, 1968) con los derechos ciudadanos. Esto, que parece de rabiosa actualidad, ya era defendido en los años 60: la vuelta a las ciudades compactas, ciudades lentas, medias, amables, aptas para el peatón, defensoras de las personas que desarrollan los cuidados (mujeres y abuelos) y de los que son cuidados (niños). En general, el resurgimiento de los movimientos ciudadanos está íntimamente relacionado con crisis financieras, sociales y/o económicas que muestran la disconformidad de la población con el sistema en el que vive. Todo esto, hoy en día, se ve reforzado por el acceso a las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación, a las que casi todo el mundo tiene acceso y que son el altavoz para muchas voces que no podrían ser de otra manera y que favorecen el debate y la crítica constructiva y, a la vez, la crispación y el odio.

Podemos hacer un símil entre los carteles que se realizaron en aquel mayo del 68 y los memes y mensajes que llenan las pantallas de nuestros dispositivos hoy en pleno confinamiento (marzo, 2020), ya que ambos han sido y van a ser, en sus distintos formatos, parte del imaginario histórico que nos va a ayudar a comprender el contexto en el que se producen en todas sus dimensiones (política, medioambiental, social, económica, comercial, etc). En mayo del 68 se emplearon como medio de difusión de la ideología de las protestas llenando las calles y formando parte del paisaje urbano y revolucionario de aquel París. «Los estudiantes y profesores parisinos ocuparon la Ecole des Beaux Arts y crearon el Atelier Populaire (Taller Popular), donde crearon cientos de esos carteles al servicio de la rebelión social que acababa de empezar. Declarados armas al servicio de la lucha, los pósters se distribuyeron gratuitamente por la capital francesa para intentar llegar a todas las clases sociales. En las barricadas, en las paredes de calles y fábricas y también en las manifestaciones se podían leer los mensajes de unas obras que, años más tarde, se convertirían en una de las imágenes gráficas más emblemáticas asociadas a un movimiento de carácter social y político, según explicó Kugelberg» (Noticiasdot, 2008). Uno de los carteles expuestos es el que he elegido con la conjugación del verbo Participar en francés hasta el último pronombre Ellos subrayado con otro verbo: beneficiar. Dando cuenta de cómo los poderes (ellos) pueden beneficiarse y aprovecharse de la sociedad trabajadora (que participa en el sistema). He elegido este cartel porque es susceptible de cambio: porque puede usarse para visibilizar que se puede participar desde la responsabilidad individual de cada uno (yo), pasando por la de todos los individuos que componen una sociedad, hasta hacerla llegar al poder técnico y político (ellos), que también saldrían beneficiados de lo que se conoce como Bottom-Up; es decir, participar desde abajo hasta arriba, desde el conocimiento de la experiencia y lo cercano.

Ahora, y más desde el confinamiento, la imaginación y la creatividad se ponen al servicio de la ciudadanía para protestar, para alegrar, para distraer, para ironizar, satirizar, etc. Para manifestar, de alguna manera, nuestro derecho a la opinión y también a la libertad de elegir quedarse en casa para cuidar y ser cuidados, para participar tanto en el buen desarrollo de todo esto (a veces tan irreal y con tintes de ciencia-ficción) como en la esperanzadora frase de Todo va a salir bien.

 

Bibliografía

Noticiasdot (2008). Los carteles reivindicativos de Mayo del 68. Consultada el 26 de marzo de 2020 en http://www.noticiasdot.com/wp2/los-carteles-reivindicativos-de-mayo-del-68/

Cuadernos de Resistencia (2010). Mayo del 68 Francia. Consultada el 26 de marzo de 2020 en http://cuadernosderesistencia.blogspot.com/2012/08/mayo-del-68francia.html

Con la frase “la vida siempre tiene razón, el arquitecto es quien se equivoca”, resumía Le Corbusier el proceso desarrollado en Pessac (Burdeos, 1925) en el proyecto de viviendas para obreros industriales encargado por el productor de azúcar Henry Frugès. Una vez finalizado el proyecto, la recién estrenada arquitectura del Movimiento Moderno, se vio modificada de mano de los propios habitantes según su estilo de vida, sus costumbres y su manera de entender la vivienda. Fue Le Corbusier quien, años más tarde, expondría que si el habitante no había entendido la arquitectura, el responsable tal vez fuese el arquitecto; ofreciendo así una visión distinta a las imposiciones demiúrgicas del arquitecto moderno[1].

El arquitecto debe tener esa capacidad de mediador y técnico facilitador. Este concepto se podría definir como aquel profesional con una sólida formación, que asesora en cuestiones técnicas e intenta desarrollar el potencial de los participantes, dirigiendo y propiciando el diálogo constructivo; superando obstáculos, fomentando el trabajo colaborativo para la consecución de objetivos comunes y aprenhendiendo de la realidad urbana y arquitectónica en la que trabaja.

Esta labor de técnico facilitador era y es, una pieza vital y común a la hora de redactar proyectos individuales, ya que la comunicación constante con el cliente es fundamental a la hora de desarrollar la obra en cuestión, enriqueciéndola y formando parte de un aprendizaje entre ambas partes.

Sin embargo, en la escena urbana este proceso se diluye y se transforma en imposiciones que vienen desde arriba y que los ciudadanos deben asumir sin conocer datos reales de la ciudad que habitan, sin posibilidad de decisión u oposición, y por supuesto, sin la posibilidad de plantear alternativas. Este proceso jerarquizado recibe el nombre de top-down, y consiste en la toma las decisiones partiendo de las variables más globales hasta llegar a las más específicas. Se establece una serie de niveles donde el nivel jerárquico y su inmediato inferior se relacionan mediante la entrada y salida de información, respectivamente.

Ya Henri Lefebvre en 1969 acusaba a los arquitectos de imponer su concepción de ciudad a la de los habitantes, sin tener en cuenta sus necesidades, opiniones y deseos reales como datos imprescindibles a la hora de elaborar proyectos urbanísticos y arquitectónicos.

Autoconstrucción del Espacio Escénico La Carpa, Sevilla. Fuente: ArchDaily

Los procesos bottom-up son todo lo contrario a lo descrito anteriormente, ya que comienzan de abajo-a-arriba a través del conocimiento, análisis y diseño detallado de todas las variables que pueden afectar al sistema. Estas partes individuales se enlazan y componen a su vez sistemas más generales, que se unen para formar sistemas globales.

El resurgimiento de estas estrategias urbanas basadas en la participación ciudadana y la innovación social, se vincula a la crisis económica[2] que aún estamos sufriendo y a la disconformidad del ciudadano con el sistema en el que vive; y en el que desea vivir ejerciendo y manifestando sus derechos y libertades democráticas y urbanas.

Los ciudadanos se definen como personas que viven en la ciudad, libres e iguales[3]. En ese sentido hay un concepto de ciudadano que se ha perdido, ya que en demasiadas ocasiones se coarta nuestra capacidad para manifestar nuestra opinión libre y pacíficamente. La ciudad ideal es simplemente ésta: donde vive gente diferente, con cierto nivel de libertad y de igualdad. Si falta una de las dos cosas no hay ciudadanía[4].

El concepto de Derecho a la Ciudad elaborado en los años 60 por Lefebvre resurge con fuerza en estos días y adquiere nuevas dimensiones gracias a la acción ciudadana y al uso de las nuevas tecnologías. Son los ciudadanos los que reivindican una especie de democracia directa que cambie las reglas institucionales de la democracia representativa que hoy conocemos.

El ciudadano reside en lo local y anhela intervenir sobre un territorio más amplio gracias a las herramientas que ofrecen las tecnologías de la información y la comunicación existentes. El “derecho a la ciudad” asocia prácticas ordinarias (elección de un equipamiento, fiestas de barrio, etc.) con aspiraciones planetarias (ciberespacio, ciudadano del mundo,…)[5].

Lo urbano, según Lefebvre, es una forma mental y social, la de la simultaneidad, la de la conjunción, la convergencia y los encuentros. Es una realidad social compuesta por relaciones a concebir, a construir o reconstruir por el pensamiento. Es lo urbano lo que nos obliga a prepararnos para nuevas sociabilidades y nuevas formas de vecindad[6] a través de las redes sociales.

El derecho a la ciudad forma parte de esta revolución urbana que se está viviendo en nuestros barrios gracias a las estrategias basadas en el bottom-up. Es un derecho que nos brinda la posibilidad de utilizar la ciudad -de habitar los espacios públicos- para el encuentro y los momentos de cambio. Para sentirnos parte del entorno en el que vivimos, para mejorar el espacio en el que nos movemos y contribuir en la búsqueda de lugares abiertos a la diversidad, a la creatividad y a favorecer la convivencia entre gentes distintas. Pensamientos que son contrarios a la actual privatización del uso de los espacios públicos, la cual pone de manifiesto la desconfianza de los poderes ‘públicos’ hacia la ciudad. “Desconfianza porque la ciudad es donde la gente ha aprendido a autogobernarse de alguna forma, a ser libre” [7].

Fuente: Paisaje Transversal

 

María Toro Martínez [Estudio atope]

 


[1] DE MOLINA, S. (2014) Pioneros de la participación. Consultado en diciembre de 2012 en http://www.laciudadviva.org

[2] Los movimientos participativos en el urbanismo tuvieron su edad dorada en la década de los sesenta…”. MINGUET MEDINA, J. (2014) Bottom up. Recidiva y reversión. Consultado en febrero de 2014 en http://www.laciudadviva.org

[3] [4] [7] COTELO, E. (2014) Entrevista a Jordi Borja. Consultado en febrero de 2014 en http://www.espectador.com/sociedad/

[5] PAQUOT, T. (2011) Releer El derecho a la ciudad de Henri Lefebvre. Revista Urban, pág. 81-87

[6] LÓPEZ PLAZAS, A. B. (2013) Patrones de Intimidad. Madrid: IED Madrid

 

**ARTÍCULO ORIGINAL PUBLICADO EN LA CIUDAD VIVA**
 

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