Este proyecto surge de la necesidad de adaptar una vivienda con más de 30 años a las nuevas necesidades de una familia del 2022.
En este pequeño hogar, es la curva del pasillo la que suaviza el recorrido y lo hacen más fluido e, incluso, más divertido. Es este gesto el que favorece la sensación de amplitud en un espacio al que, generalmente, se le dedica poco tiempo y que, debido a esto, no suele tener unas dimensiones optimizadas con respecto al resto de estancias, no posee una iluminación adecuada ni un tratamiento material apropiado.
La distribución de toda la vivienda se modifica para adaptarla a sus nuevos usuarios y el diseño interior se piensa para obtener estancias únicas. Así surge el salón, a un lado unido a la gran terraza que se abre al exterior para funcionar como el pulmón de la casa y, al otro lado, vinculado a la cocina a través de un hueco practicado en el tabique y que dialoga con el pasillo en ese juego geométrico que proporciona dinamismo e identidad.