>> Comer prestigio, por N+1
Esta mañana en nuestras lecturas de desayuno, irrumpía este acertadísimo post de N+1 con el que no podríamos estar más de acuerdo. Situaciones parecidas y un paralelismo laboral entre cocineros y arquitectos que aman su profesión y que se dejan explotar por el Star System a cambio del famoso «no cobras, ¿pero y todo lo que te voy a enseñar?».
Y esto también lo practican las instituciones públicas, no sólo el sector privado. Nos encantan aquéllas que «ofertan» prácticas de 9 a 14h, de lunes a viernes, de 3 ó 6 meses con la excusa de «voy a enseñarte un montón». Y si eso es así, entonces, ¿por qué cogéis gente con máster, con doctorado, cursos, etc, etc? Se valora la formación, cuando se debería valorar justo lo contrario. Es una contradicción en sí misma: cogen al mejor formado para formarlo. Eso se llama trabajar gratis. Como dicen en N+1, la esclavitud del siglo XXI en el primer mundo. Un consejo: ya que lo hacéis, coged al que menos formado esté y preferiblemente que resida en la misma ciudad donde se ofertan las prácticas (o al menos tenga familia o amigos que le acojan), porque pagarse un alquiler sin cobrar, es complicado. Llámennos locos. Quizás es esa persona la que necesita esa formación, quizás porque no pueda pagarse un máster, o asistir a cursos, o un largo etcétera.
No les creas, si te han cogido en sus lugares de creación (y peregrinación) es porque ya vales. Tú sabes ya muchas cosas del gremio, y ellos quieren aprovecharlas. ¿Que te faltan otras muchas por aprender? Pues claro, eso siempre. Son disciplinas en las que hay que estar siempre abierto a la innovación y al aprendizaje, aun así, no te dejes explotar. Porque seguramente, si eres de los que se dejan explotar a cambio de un falso aprendizaje, seguramente seas de los que tire los precios cuando salgas a la calle y tengas que cobrar por tu propio trabajo. Y es normal. Nunca valoraste (valoramos) nuestro trabajo, porque lo pagaron a coste cero nada más salir de la escuela. Y ahora que eres tu propio jefe, has pasado al famoso «quiero trabajar a toda costa». Así que bajas y bajas los precios hasta el punto de no ganar, simplemente vas a «lo comido por lo servido» esperando que la cosa mejore. Y también es normal, nunca valoraste tu trabajo lo suficiente: todos los años de carrera, las horas sin dormir (dentro y fuera de la escuela), la dedicación, el cariño a tus planos, al proceso,… no valoraste (cobraste) eso durante tus prácticas y ahora en tu vida profesional tampoco.
Si somos muchos los que decimos NO, les será muy difícil. No lo olvides (instar a los colegios profesionales, e incluso a las escuelas, a denunciar y regularizar este tipo de situaciones, tampoco estaría nada mal).
Os dejamos un extracto del post N+1:
«Adriá_ El sueldo, esa realidad imaginaria.
Para escribir aquel artículo –repito, hace ya seis años- leímos durante semanas blogs de cocina, foros donde los stagiaires intercambiaban información, revistas online, artículos… poco o nada se decía sobre el tema y cuando, rara vez, alguien planteaba la cuestión, la abrumadora mayoría de contestaciones silenciaban la disidencia empleando el perverso sistema de acusar al crítico de quejica, de vago, de flojo, de no querer aprender. Observamos cómo se asumía con extrema facilidad la perversión del sistema, ningún interés en regularizarlo o, por ser claros, hacerlo legal. Se validaba así el intercambio abusivo de un supuesto aprendizaje a cambio del que se entregaba la única arma de cualquier trabajador, su fuerza de trabajo, como parte de un sistema que responde a la falacia de no entender que la formación especializada de esos cocineros explotados les favorece a ellos… y al señor que lleva las estrellas Michelín, que no es dueño precisamente de una academia.
Jordi Cruz: “Un restaurante Michelín es un negocio que, si toda la gente en cocina estuviera en plantilla, no sería viable. Tener aprendices no significa que me quiera ahorrar costes de personal, sino que para ofrecer un servicio de excelencia necesito muchas manos. Podría tener solo a 12 cocineros contratados y el servicio sería excelente, pero si puedo tener a 20, será incluso mejor. Las dos partes ganan. Es un ‘tú me das tus manos y yo te enseño”
Vayamos por partes. Tener aprendices sin cobrar significa que te estas ahorrando costes de personal. Esto no es debatible. En segundo lugar: las dos partes no ganan, hay una que gana bastante más –el empleador – porque mantiene una posición de dominio y porque aprender en un trabajo es algo que beneficia a ambas partes. El trabajador aprende, cierto, pero el empresario tiene a un personal formado y especializado algo que, con toda seguridad en este caso, necesita. Conviene desmontar esta “mentira del intercambio” que minusvalora la figura del profesional generoso y honrado –los hay-, que reconoce el trabajo, paga a sus empleados y les forma porque es consciente de que a mejores empleados, mejor servicio, lo que redunda a la postre en su beneficio. La formación es una inversión. Nunca un gasto.
No mucho menos surrealista es la respuesta de su compañero en TVE (La pública, ojo) Pepe Rodríguez:
“Me encantaría tenerlos a todos dados de alta en la Seguridad Social, pero yo no puedo tener 20 nóminas en cocina, es una burrada. Y eso que estoy a favor de regular mejor la figura del ‘stagier’, se lo he propuesto a la Junta de Castilla-La Mancha pero no me hacen caso. ¿Qué podemos hacer si tenemos a un montón de jóvenes que quieren venir a aprender? ¿Les niego la entrada?”.
¿Por dónde empezar? Si no puedes tener 20 nóminas, la respuesta es sencilla: No las tengas. Si tiene usted, querido, un montón de jóvenes que quieren ir a aprender, monte una academia. O, en caso de no querer, tenga una cierta ética y no los coja porque con ello les estará enseñando algo importante: a no malvender su trabajo y su esfuerzo. En otro orden de cosas, dudo que este sea un país que necesite un tipo de contrato en exclusiva para dar soporte a un modelo laboral cuya legalidad es más que cuestionable: la pretensión de excepcionalidad es un viejo mito que oculta, las más de las veces, un ejercicio abusivo del poder en busca de privilegios.
En resumidas cuentas, nada que no hayamos escuchado como arquitectos. Todas las falacias puestas en línea».