>> El espacio público y la ciudad histórica

“El espacio público es la ciudad” (Borja & Muxí, 2000). Esta afirmación, que puede resultar tajante y radical, se comprende si se hace un recorrido por los espacios públicos significativos insertos en la trama histórica de cada una de nuestras ciudades.

Las ciudades históricas son la mezcla perfecta donde lo material (tramas, edificios, monumentos) y lo inmaterial (recuerdos, sentimientos, momentos) se combinan para conformar la memoria colectiva de sus ciudadanos. Cada centro histórico es único e irrepetible, “es el espejo de la sociedad y su memoria” (UNESCO, 2011); hacia donde miramos para buscar nuestra identidad, nuestro legado y nuestras tradiciones. En ellas encontramos escenarios que suscitan emociones colectivas, espacios para el encuentro, el intercambio, la oportunidad, el conflicto, la fiesta, la convivencia y las acciones en busca de objetivos comunes que nos hagan sentir parte de un lugar. Especialmente en sus espacios públicos, se puede comprender su historia: los acuerdos y desacuerdos construidos por los ciudadanos día a día desde hace generaciones. El espacio público representa el encuentro del poder con sus ciudadanos, es “donde la sociedad se fotografía y donde el simbolismo colectivo se materializa” (Borja & Muxí, 2000). También es contradicción, ya que pese a ser reflejo de nuestra identidad y el ámbito físico de la expresión de la ciudadanía y de la diversidad social y cultural, al mismo tiempo “evidencia y manifiesta problemas de injusticia social, económica y política” (Borja & Muxí, 2000).

El espacio público es un indicador de calidad, tanto de la situación social, política y cultural de la ciudad, como de la calidad de vida de la gente; entendida ésta como “el grado de satisfacción de las necesidades básicas y de bienestar” (Blanco, 1997).

Por ello, no es de extrañar que, frente a la actual crisis, que ha dado prioridad a la edificación frente a otras dimensiones que también influyen en el acto de hacer ciudad (social, cultural, medioambiental, urbana, etc), se produzca el regreso de la sociedad a su espacio público. Al mismo tiempo, la mirada se vuelve con mayor intensidad hacia la ciudad antigua, ya que cuanto más vértigo nos produce la expansión de las ciudades, cuanto más dispersos son los nuevos barrios, más necesitamos incorporar a la memoria colectiva piezas de la ciudad con carácter relacional: nos sentimos cobijados en la ciudad ya construida. “Frente al crecimiento ilimitado y la especulación inmobiliaria, está el contrapeso de la ciudad histórica, que exige una práctica educativa donde se puede enseñar diversidad y complejidad, sostenibilidad (se ha ido construyendo poco a poco), inteligencias, torpezas y belleza” (Estévez, 2004).

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María Toro Martínez [Estudio Atope]


 

Bibliografía
** Borja, J., Muxí, Z. (2000). El espacio público, ciudad y ciudadanía. Barcelona.
** Estévez, X. (2004). Opinión y Práctica en la Ciudad Histórica. Revista Quintana (3), 26.
** Rodríguez Rodríguez, J. (28 de Julio de 2008). Ciudad educadora: Una perspectiva política desde la complejidad. Recuperado el Diciembre de 2013, de Organización de Estados Iberoamericanos: http://www.oei.es/
** UNESCO. (10 de Noviembre de 2011). Preservación del Patrimonio. Recuperado el 21 de Marzo de 2013, de http://www.unesco.org

 
 
**ARTÍCULO ORIGINAL PUBLICADO EN COLECTIVO’99**
 
 

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