>> la PRIVATIZACIÓN del espacio PÚBLICO
Aprovechando esta imagen de la mañana de Reyes del 2015 en la Plaza Deán Mazas en Jaén, vamos a recordar el artículo que escribimos hace un año para el blog Inquietudes Colectivas de ’99.
>> Eso llamado #espacioPúblico
Vivimos inmersos en la era de la información (y también, por qué no, de la saturación informativa), donde lo privado se transforma en público a través de cada una de nuestras redes sociales. Hay veces que, frente a nuestros ordenadores, podemos sentir que hay un espacio público digital más fuerte que el físico. Y es que, curiosamente, el espacio público físico de las ciudades está sufriendo cada vez más una privatización que tiene como fin ser fuente de ingresos en las arcas municipales.
El espacio público como concepto, está viendo aumentada su consideración como elemento inmanente de toda morfología urbana, y como destino de todo tipo de intervenciones urbanizadoras, en el doble sentido de objeto de urbanismo y de urbanidad [1]; erigiéndose como palabra clave para las administraciones en sus discursos relativos a los conceptos de ciudadanía y democracia.
Una democracia que ve peligrar los lugares simbólicos y plurales para ejercerla. Donde la reunión, la reivindicación, la manifestación social, el encuentro y el diálogo se ven desplazados por terrazas, vallas publicitarias o bancos anti-indigentes. Resulta extraña la acepción elegida -espacio público- en cuanto a su acepción jurídica, ya que es un espacio de titularidad pública, es decir, es propiedad del Estado. Un Estado regido por políticos (con criterios supuestamente democráticos) que en muchas ocasiones no deciden sobre el acto de hacer ciudad (ni que decir tiene que, a día de hoy, ni la ciudad la hacen sus ciudadanos ni hay herramientas que fomenten su participación real y activa en las decisiones urbanas), sino que son los oligarcas que manejan cada vez más los hilos de todo el entramado social quienes toman las decisiones sobre el espacio público (Vicente Patón) [2].
Se podría establecer una relación entre la aparición en nuestras ciudades y centros históricos de las dinámicas de terciarización (cambios de uso de residencial a terciario: oficinas y comercial especializado), gentrificación (expulsión de vecinos de clases populares y sustitución por inquilinos de clases medias o altas) y tematización (dedicar partes acotadas la ciudad a un tema concreto para ofrecerlo como atractivo al turismo local e internacional), con el momento en el que el espacio público aparece en las agendas políticas como mero instrumento político. Ligadas casi siempre a la frase “dotar de vida”, estas estrategias están dirigidas a revitalizar barrios centrales en proceso de degradación urbanística, social, económica y medioambiental, y a reinventarlos mediante pautas regidas por la creación de “marcas de ciudad”. Paradójicamente, esta búsqueda de marcas de identidad orientada a potenciar la singularidad de cada ciudad y cada barrio, se basa en muchos casos en un marketing urbano que busca convertir los centros históricos en meros decorados que funcionen como productos de consumo rentables, expulsando la historia particular de estas zonas antiguas y produciéndose consecuentemente una homogeneización y estandarización de las mismas. Generalmente, las políticas que intentan atraer turistas, visitantes y clases creativas, no suelen estar articuladas con aquellas otras que luchan contra la degradación social y urbana [3].

«Tematización de la Calle San Francisco en pleno centro de Alicante» para revitalizar la zona y fomentar el tránsito de peatones para activar el comercio (Octubre, 2013. Fotografía: http://www.alicanteturismo.com)
Según Manuel Delgado, quizá hubiera sido más adecuado el concepto “espacio urbano” no como espacio “de la ciudad”, sino en el sentido que Lefebvre (1976) o Remy (Remy y Voye, 1992) hubieran propuesto: como espacio-tiempo diferenciado para la reunión, que registra un intercambio generalizado y constante de información y que se ve vertebrado por la movilidad; un espacio que existe sólo cuando es usado.
El espacio público (urbano, social, común, compartido y colectivo) no es un simple ejercicio teórico de la práctica urbanística, así como tampoco debiera ser un producto propagandístico ni publicitario al servicio de entes privados. Es la interacción de multitud de sinergias que nos brindan la posibilidad de aprender en la ciudad y al mismo tiempo, aprender de ella [4].
Es ese lugar donde se debería impulsar la participación, para que sean los usuarios los que puedan decidir sobre sus espacios vitales. Donde fomentar la colectividad, el poder ciudadano y la capacidad de ejercer el derecho a la libertad para ser capaces de manifestar y exponer nuestras inquietudes.
Es fundamental para la formación de cada individuo, ya que ofrece un servicio al ciudadano que no le pueden procurar ni la vivienda ni las instituciones educativas: espacios para la cohesión social, el intercambio intergeneracional y la educación en la urbanidad y el respeto. Y que, en muchos casos, constituye un elemento inseparable de nuestra propia historia personal.
[1] DELGADO, M.; MALET, D. (2007) El Espacio Público como Ideología. Jornadas Marx Siglo XXI, Universidad de La Rioja, pág. 1
[2] ZABALBEASCOA, A. (2014) Aquí se vende centro de ciudad. Consultada en enero de 2014 en http://sociedad.elpais.com/sociedad/
[3] LHAB (2013) Consultada en enero de 2014 en http://lhab.wordpress.com/
[4] RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, J. (2013) Ciudad educadora: Una perspectiva política desde la complejidad. Consultada en diciembre de 2013, en http://www.oei.es/