>> El porqué de una #AcciónUrbana
Una Acción Urbana se define, de manera general, como una transformación efímera a pequeña escala (normalmente también a bajo coste), cuyo objetivo es dinamizar un espacio público infrautilizado u olvidado y cederlo a los ciudadanos durante un espacio de tiempo.

Nevera Urbana, por http://www.lagaleriademagdalena.com
Las acciones urbanas surgen de una realidad: de numerosos lugares vacíos y abandonados que existen en nuestras ciudades. Bien por ser vacíos históricos (de larga duración) o bien porque la burbuja inmobiliaria los dejó huérfanos de promotor y/o proyecto.
Y también surgen de un deseo. Del deseo ciudadano de aprovechar y desarrollar el potencial albergado por estos lugares para ser regenerados y transformados en espacios para la ciudadanía; y del deseo de una nueva generación de arquitectos que quieren escuchar a la hora de proyectar, abriendo una brecha –llena de posibilidades- con la enseñanza y la práctica tradicional y académica de la ordenación de la ciudad. Con estas prácticas participativas, se devuelve el papel protagonista de unos pocos a otros muchos actores implicados, empezando a “mirar la ciudad desde un punto de vista más humano, no sólo desde la arquitectura formal, sino desde las personas, los flujos, los movimientos, las actividades y las necesidades de la gente y del lugar” (Carrasco Bonet, 2011).
Las estrategias basadas en acciones urbanas participativas, se basan en generar sentimientos de identidad, vinculados a lo cercano, lo local, lo emotivo, lo concreto, lo cercano, lo vivencial, lo subjetivo y lo cotidiano; ya que al no sentirnos ajenos a nuestras ciudades, asumimos la co-responsabilidad del acto de hacer ciudad, comprometiéndonos con el mantenimiento de sus valores. Al mismo tiempo, cuanto más nos reconocemos como parte de un lugar, más nos hacemos custodios y responsables del mismo, garantizándose la continuidad de los procesos participativos urbanos. Por lo tanto, el primer paso para generar un proceso participativo, será el de “crear marcos de memoria y relación entre la gente, vinculándolos a un lugar concreto. La sensibilización, la educación, el contacto y el conocimiento del territorio, deben empezar a considerarse aspectos tan básicos como la legislación o las metodologías de gestión” (Fariña, 2014).
Los procesos participativos han de partir del hecho de mejorar las condiciones de existencia y la calidad de vida, teniendo como base los recursos y potencialidades del contexto en el que van a tener lugar, adaptándose a cada caso. Cada acción propuesta y realizada nos ofrece herramientas y oportunidades urbanas que todos los ciudadanos (administración, técnicos, etc) debemos regularizar, aprender a manejar y aprovechar para establecer pautas que regeneren y conecten el tejido urbano a través de espacios simbólicos donde fomentar la participación ciudadana.
Realizar acciones urbanas en dichos lugares supone re-habitarlos de nuevo (si es que alguna vez lo estuvieron) para apropiarnos de ellos a través de su uso, de la memoria y el imaginario colectivos. Dicha apropiación servirá como herramienta de proyecto en la elaboración de procesos urbanos basados en la participación ciudadana, estableciendo lazos de identidad tanto con nuestra propia historia individual, como con la historia común de nuestros barrios, siendo nosotros mismos parte de la memoria colectiva del lugar.
La propuesta de elaborar actividades en estos vacíos para transformarlos en espacios públicos, significa establecer conexiones emocionales que generen la apropiación emocional indispensable en la identificación del individuo con el espacio (Smithson, 1970). Ya que “habitar implica reconocernos e identificarnos con nuestro entorno. La identidad se construye en base a la relación con distintos factores, y principalmente, a nuestra relación con los objetos y con el espacio” (Morelli, 2009).
El derecho a la ciudad no sólo es el acceso a sus recursos, sino también el derecho a reinventarla” (Henri Lefebvre, 1968).
María Toro Martínez [Estudio Atope]